Cruzaba la espesura cuando la hora es bruja,
rápido, poderoso, heraldo de un pueblo orgulloso,
buscando la fuente de donde mana la vida
cuando la Luna se filtra entre las ramas sombrías.
Y de las sombras salió su figura,
suave y minúsculo cuero negro
tan negro como sus cabellos.
Teñía la luna de rojo su embrujo
y yo, licántropo nocturno
sentí el calor de sus finos colmillos.
Recorría la sangre mi pecho desnudo
y sus labios bebían mi néctar de vida,
ni una gota regó la tierra
marcando su lengua mi piel mojada
con senderos de lujuria escarlata.
Y me lanzó a tierra,
tierra húmeda bajo la luna roja.
Con furia, hirieron sus dedos mi torso
iniciando un salvaje galope sobre mi cuerpo,
gruta encendida de líquido reflejo.
Sus muslos plateados hundían mis costillas
y sus gritos ancestrales cortaron la noche
y yo, licántropo enamorado,
habiendo hallado la fuente encantada
inundé sus entrañas con fuego de nácar.